miércoles, 21 de abril de 2010

Desde mi morada


Los ojos tranquilos y reposados denotan además del lógico cansancio de la rutina y de un trabajo no muy deseado pero sí bendecido, (porque entendemos que para un propósito son todas las causas de la vida, y también el resultado de las elecciones diarias, que hemos hecho en el pasado y constantemente en el presente continuo), llegan a ser cada vez más, motivo de gozo a pesar de la rutina y el cansancio. Esos ojos han sido desde hace muchos años, que no son tanto, el monumento a mis emociones discretas y responsables, ante las otras miradas que siempre quieren saber más, y no se los permito porque para esto existe el otro lado, el privado, el íntimo, el que sólo se le devela por gusto, al principio, y después, por amor, el verdadero amor, el que se compone como una obra musical de gran importancia. Inicia con un motivo que se va desarrollando con diferentes matices, a una velocidad que varía según el carácter y una connotación versatil según quién la interpreta, más o menos con todas las variantes. Apuntando a muchas, puedo escribir al amor en cuatro o cinco movimientos, en uno sólo o como se nos haga más sencillo, después de todo cada uno es el artífice y arquitecto de su propio destino y del amor que profesa hacía alguien en especial o hacía todos los demás que son parte muy cercana y lejana de la existencia vivida en ochenta años, más o menos. Por cierto, que esos ojos son mi mejor compañía humana, la etiqueta que algunos y algunas no comparten, -el ser y sentir que se pertenece a otro, el de mantener intacta la seducción y reservarse sólo para esa compañia- porque, ¿por qué querría otra? Se que habrá para la mayoría sobradas razones, está bien, no somos perfectos y eso es pan de cada día, aun así, no estoy en esa dimensión y tampoco soy perfecta ni pretendo serlo. Pero esos ojos son la delicia más silvestre de mi estancia en este cuerpo y pensamiento tardío acerca de lo qué es la vida, el amor y otras piruetas que llevamos implantadas. Es el mecanismo automático con el cual fuimos diseñados, y que algunos han decidido estropear. Fuera de eso, deseo muchas más cosas, menos tangibles, las intangibles, son muy apreciadas por todos los aventureros de la psiquis, de los que quieren poner en orden las bagatelas del espíritu, y concentrarse para no perderse ni un atisbo de las ráfagas que alucinan salirse de contexto, enterrar las cosas comunes y enfrentar algunos hechos...


¡Todos serían imposibles!


Las noches son esperadas con esmero, a veces con tranquilidad para no permitir que una ráfaga me delate, no es posible aun en lo más íntimo proyectar todo el inconsciente, porque lo evaporamos para tener un tesoro, que de otro modo perderíamos, y nos encontraríamos sin un apoyo de locura en el cual basar algunas ideas geniales que a veces logramos. Ahora bien,
los genios son mi parte favorita, y las películas de aventura son un refrigerio a mi mal pensante mundo. Es que en medio de la opinión pública es mejor replegarse y sabotear el paisaje de tantos rostros que molestan y recargan el alma de dudas esquivas, dudas que compartimos todos los que insisten en llamarse seres humanos, y todos lo que de verdad lo son. Algunos no se han dado cuenta que no son más que esas pequeñas ráfagas, esos seres diminutos, pero tan importantes para la existencia, alguien lo dijo de otro modo. Pero, si sólo somos partículas que piensan, ¿para qué tanto afán, tanto buscarle sentido y repuesta a todo esto? Eso lo explican hablando de muchas cosas, y como siempre hay que elegir. Por esta causa, elijo esos ojos, porque cuando me veo a través de ellos, veo lo que soy, sin pretensiones de ser otra, sin afanes, sin pesar ni timidez. Sin apuros en el tiempo, porque en esa estancia el tiempo se detiene, se contrae, y sólo existimos en una memoria que cae en el olvido, no se acuerda de las ráfagas del pasado, eso quedó perdonado, no se aventuran hacia el futuro, se desean en este siempre presente oportuno que nos deja estupefactos porque la locura de ser está impregnada en lo más profundo de la mente, es un tatuaje de fábrica y suposiciones banales de querer ser lo que no somos, que de otro modo no seríamos, siempre inventando un orígen, un principio para poder recordar un pasado que subyace detrás de los ojos y que ninguno tendrá por excusa decir, no lo sabía. Está latente, aquí mismo, en el centro de nuestra frente, el circuito de operaciones más destacado, por eso decimos que somos inteligentes. Depués de todo, pensamos. ¡Que maravilloso sistema! Por ahora me quedo con esos ojos que me aman, me enamoran cada día, que me deleitan por las noches y me dicen tantas cosas que a mi me protegen y cautivan.

1 comentario:

Lorenzo Guerra dijo...

EL AMOR NACE,CRECE,SE REPRODUCE,Y MUERE EN LOS OJOS,SALUDOS DESDE CANARIAS.

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