jueves, 10 de septiembre de 2009

Justo antes del amanecer


En un momento que pareció eterno y en un pálido reflejo de mujer, supe que ella ya no estaba, fue atropellada por el motor que la vio nacer.
Era una sola idea de salir que quedó suspendida, dadas las condiciones y los malos entendidos... frágiles momentos del ayer y del hoy, en un ambiente cuántico de la incertidumbre por querer y no querer cualquier cosa que se parezca a imagen, a ver y tocar, tal vez por algunos otros constrastes, ver que lo mejor y lo peor, son las miradas y miriadas de otros que te rozan sin tu quererlo. Los que aplican sin ser invitados y logran hacerte de otra manera; los que esquivan tus momentos porque la mayoría no se puede definir con exactitud, ni tus mejores momentos, ni los más negados. Todo en el ir y venir está plagado de rutinas y cortos avistamientos emotivos, sin dolor, sin pensamientos más o menos dotados, pero sí muy lógicos y pegados a tus ojos. Se respira y se agitan palmas en medio de sonidos amigos, sonidos extraños, no por gusto, sino por encanto. huele a diciembre, hace calor, mucho calor... la ciudad se queda sin árboles, sin calles. Debería quedarse sin niños, sin perros, caballos y burritos. No deberían estar, cada uno de ellos tiene un lugar. Tal vez lo mejor sea lo peor y de aquí a un poco, unas más, otras menos, cada detalle que mis ojos observan tratando de hallar coherencia, estética, similitudes para los estadistas, necroxia para los políticos, cátedra para el transeunte, seguridad y algo de opinión segura, persisto en que han pasado los años y esta ciudad sigue siendo un arrobamiento de perfiles dementes...
esta ciudad...

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