miércoles, 4 de marzo de 2009

METAMORFOSIS



Hijos de la luz que evaporan diásporas cristalinas
Anuncien la migración,
Sean uno de todos los mares
Dueños del aire
Dueños del sol.

Caigan en los ríos fecundos que divisan sombras
Divisen las costas,
Recojan sembrados de trigo,
Fieles al náufrago
Lleno de dolor,
Endiosen a los que cantan
Jueguen al cantor.

Una hoja levanten en alto
Miren el horizonte,
Dispónganse a dormir
Esa dulce siesta
Que dura muy poco,
Que aparece
Para hacerlos sonreír.

Lindos mis poetas,
Lindos mis dioses,
Ya encima de la niebla apuestan
Quién saldrá primero
Quién vendrá después,

Milagro de jacinto
Todos a una voz dispuestos a nacer
Encienden las ramas
Tiran una vez,
Se oye música ligera
Que de pronto vuela hacía el horizonte
Tardío lleno de detalles,
Lleno de espesura.
Giren, giren,
Dejen ver sus colores, sentir su aroma, acariciar su ser.
Ahora ya tranquilo se queda el labrador
Logró soñar dormido,
Logró saber su destino
Cuál camino recorrer.

Mientras espera en su aposento la luz brilla con mayor intensidad,
Y a lo lejos se escucha el eco brillante
De aquellos que el miró encarnar, eran sus hijos,
Eran su amor, eran su paz.

IMPRESIÓN




De ti el collar quedó,
Las manos cinceladas con cuidado y perfección.

Una boca brillante con destellos de plata,
Hace sombra al cabello color de grana.

Algunas ojeras vinos,
Algunas sonrisas rosadas
Son el espejo gris
de la vida
ya marchitada,
que se desvanece por ahí,
y se calma.

Pies reposados y seguros.
Tranquilos en aquel rincón de la habitación antigua,
La habitación cerrada.
Hoy los vi,
Hermosos pies…
Cada línea es dorada,
Cada línea la experiencia hecha candor,
La fortuna realizada.

De ti los ojos me asombraron,
¡Inteligencia!
Candidez que embruja, encanta.
Ojos sencillos,
Ojos que aman.
Ojos que miran por el azul del mar en calma,
El cielo desgatado,
Con sonrisa amplia.

¿Qué diré que deje tu espíritu en mi alma?
¿Qué hora es?
Es tarde.
Me voy a soñar con tu mirada,
A buscar soledad,
A leer
A dormir,
A orar.

"PAISAJE SONORO"





Abre las puertas al son donde las imágenes que sostengan la luz del color
Y el suave suspiro del eco que mira por tu espíritu,
Levantarán pasión que cubra tu alma de aquellos sonidos que alumbran
Los espacios de tu cuerpo…

Recorre el camino pequeño para que consideres los detalles,
Resplandezca tu mirada,
Te asombres con los encantos
De aquellos sonidos delgados, lejanos,
Suaves, que permean las corrientes de este espacio,
Hermoso lugar para algunas citas.

Escucha…
El viento, el mar,
Las ondas que se mueven tras el golpe de las olas,
Las ráfagas de viento que llegan a tu cara.
Escucha los pájaros cantar,
Las estrellas volar,
Los pies atravesando el pasto,
Atravesando el concreto,
Girando en la madera,
Hundiéndose en la arena.

Escucha…
Esas pequeñas sonrisas de inocencia que viven con curiosidad,
Apartados,
Abstraídos,
Que atraviesan con sus cuerpos los encantos de la línea ecuatorial,
El este y el oeste de este mundo cambiante
Que deambula como isla en medio de la mar.

Escucha…
El espacio sideral,
Con sus ráfagas de polvo,
Movimiento encadenado en perfecta simetría,
Obra del operador mágico que repara vidas con estilo de poeta,
Para demarcar líneas y deslizar arrugas en el tiempo
De este pequeño retraso para la fiesta
Que espera en la lejanía
La adopción,
El lugar de la creación.

Escucha el eco de tus pensamientos,
La voz de tu espíritu,
La conciencia encantada de la verdad
Que grita en cada esquina, en cada sitio santo,
En cada lugar corrupto.

Escucha la voz que vigila tus pasos…
.
Anda perdida por tiempos,
Se encuentra en algunas calles,
Resopla en la oscuridad,
Calla en lo profundo de la tempestad,
Escucha,
Es solo viento,
Lágrimas,
Sonrisa…

Escucha el dolor de cada caminante solitario,
De cada peregrino,
Aquel sonido que nos parece ruido,
Aquel sonido que nos parece llanto…
Es el sonido que proclama
El triste destino de algunos tantos,
Solos,
Aburridos,
Advenedizos,
Extranjeros,
Acabados.

¿Cuándo parará la lluvia?,
¿Cuando acabará el dolor?,
¿Cuándo escucharás las casas de cartón?,
Los entes durmientes debajo del río,
Debajo del puente,
Yacen reclinados,
Apostados,
¡Ven,
Mira,
Son las voces de sueños prohibidos,
Pactos mal tratados,
Apuestas perdidas,
Libros inacabados…
¿Qué diré de todos los ecos del pasado?
Ahora es nuestro turno,
Ahora es el momento de apreciar
Aquellos sonidos que vagan sin rumbo,
Aquellos sonidos que gimen,
Aquellos sonidos que nacen…
Ven,
Mira a través de tu ventana,
Mira el sonido,
Escucha los pasos de aquellos que se adelantan.



EL PEQUEÑO RELOJ CUCÚ



Fue un jueves de tarde en que el sonido de un camión advirtió su presencia…
El tan anhelado obsequio después de algunas ventas.
Ver la caja donde guardado estaba fue la fascinación por instantes, poder imaginar su estructura y comparar con el retrato era lo más gratificante.
Todos corrimos con la emoción primaria de algunos deseos.
¡Y allí estaba, el precioso reloj cucú!
Pequeño en verdad,
Color café, color verde, color naranja, color rojo…
Sólo un detalle inesperado…
No había cucú y a cambio había un… ¡conejo!
Que risa las que se produjeron y las que ahora recuerdo.
Mi madre se avergonzó y sólo atinó a decir: -que extraño reloj-
Bueno… que extraña la vida y aquí estamos, ¿no es cierto?
De todas maneras el reloj encantó, y lo mejor de todo eran esos tonos y melodías que salían de él. Una tonada distinta por cada hora en punto.
Para mi la más bonita era la de las 9, alguna melodía conocida quizá.
El primer día de trabajo pasó muy advertido y el segundo, y el tercero, ahora que lo recuerdo no hubo día que no se notara, cuando ya en la familia lo dejábamos de escuchar, siempre llegaba una visita que lo hacía vibrar y repetir la misma historia a mi mamá, que parece ser, no se agotaba de referirla.
Cuando la primera noche llegó a su lugar, mi hermano menor que no lo había visto por estar trabajando, se refirió al objeto como algo no deseado, y que esperaba que lo colocaran en un lugar donde su sonido no lo perturbara, sobre todo en las madrugadas, a lo que mi madre le interrumpió diciéndole que a su habitación ese sonido no llegaba, y que por lo tanto dejara de molestar, porque el pequeño reloj tenía su lugar, y era precisamente ese, nos gustara o no. Por mi no hay problema, contesté, pero en el fondo pensé que había que esperar la madrugada cuando el barrio duerme y los sonidos se apagan, cuando solo se escuchan los animales nocturnos y los electrodomésticos. Para mi delicia mi sueño es profundo, tanto que no lo escuché, y sólo cuando desperté al día siguiente a las 4:00 a.m. y escuché su voz recordé que teníamos un nuevo huésped, por cierto, bien frágil y especial para mi mamá. Era como su juguete nuevo. Tal vez los efectos primarios nunca nos dejan, solo los arropamos o camuflamos tras la línea de la madurez entendida como alejamiento de lo sencillo, de lo que verdaderamente nos hace seres vivos e inteligentes. Y, ¿qué son todas esas cosas?…
Bien, lo sé para mi, no lo sé para otros, tal vez no lo sé aunque crea que si. De todas maneras allí estaba el reloj disciplinándonos con su tono. Ahora, según mi madre, el tiempo pasaba más veloz. La mañana transcurría tan rápido que lo que hacía en una hora lo estaba terminando en dos, aún así, a ella le encantaba su reloj y se reía cada vez que escuchaba su melodía porque le recordaba que debía y tenía que apresurarse, ya vendría mi papá del trabajo, José Camilo su querido bebé del colegio, mi hermano que a veces estaba y otras no, y yo que no llegaba sino en la noche.
Así transcurrieron cuatro meses hasta que mis padres se fueron de viaje y sucedió lo menos que mi madre querría o esperaría. Su pequeño reloj comenzó a perder sus tonos, repicaba bien, en la en punto de cualquier hora, sin embargo las campanadas no iban de acuerdo a la hora indicada, por ejemplo, sonaban las 4:00 p.m. y las campanadas contadas eran 10 y así cada hora era un mal entendido de campanadas, por tal razón convine con mi tía Manuelita que en esos días nos acompañaba, que el reloj se quedaría sin pilas para cantar sus melodías y el repicar de las campanadas, así solo funcionaría para la hora. Ella no se inmutó, pero después de un rato pensó en mi mamá y en su mal humor por el daño del reloj, le dije que no se preocupara, que ella entendería pues solo eran unas pilas y de esas hay por montones en los supermercados y que si le hacía mucha falta ella se las compraría apenas llegara, pero en el fondo respiré tranquila porque a veces en esos momentos de insomnio el sonido no era sonido, era un eco fatídico.
Las vacaciones duraron una semana y al día siguiente de la llegada de mis padres mi mamá me preguntó acerca del reloj y de las pilas, le respondí que estaban encima de los libros que tienen en la habitación pero no las encontró. Me preguntó de todo y hasta si no sería que lo había dañado con propósito, a lo cual le respondí que me extrañaba que pensara eso porque ella sabe que no sería capaz de semejante atropello, aunque sólo una vez le menté la mamá a un compañero de trabajo, hoy me arrepiento de eso porque no soy obscena en mi lenguaje, pero siempre hay una primera vez, claro sólo fue esa vez.
El asunto no pasó a mayores y ella con cara de resignación dijo que le diría a mi papá para comprar las pilas, le dije que no se preocupara, que de eso me encargaba yo. Ella no me creyó porque cuando el reloj estaba recién llegado no se las compré, aunque aseguré que lo haría, pero es que pensar en esos tonos cada en punto del tiempo de la vida es más que un martirio, es un sacrificio abrumador.
Ya han pasado dos semanas y el reloj sigue sin melodía, sin tono por lo cual mi hermano duerme mejor, mi papá que nunca le prestó atención como casi siempre ocurre con esas cosas que el llama “trivialidades” sigue de la misma forma, y yo… estoy escribiendo esto para recordar que el tiempo visto a través de un reloj cucú que no tiene cucú es más dinámico, más alegre, más extraño. Sólo lo escuchaba de noche y de vez en cuando, en aquellas ocasiones en que no cerraba mis oídos, y en las cuales mi mente estaba en este mundo sin poder aislar ese monótono sistema de rarezas inconfundibles y renegados estilos de los otros que comparten esta locura diáspora del resurgir matutino, al ocaso vespertino del milagro llamado vida.
El tiempo no es tiempo sin cucú que nos recuerde el destino de las horas eternas, las horas vistas como límites de acciones programadas dentro de una rutina con pequeñas variaciones de estilo, de forma, que poco a poco moldean los sin instantes y las miradas frente a lo que parecen ser consecuencias eternas sin poder cambiar a veces el destino; francamente no creo en las casualidades pero sí en las posibilidades, aunque la incertidumbre siempre golpea el tránsito, aquel camino poco a poco visto, olfateado, gustado, amado o desamparado por los de antes, sin poder enmendar muchas veces las consagradas horas de vigilia o de dicha, porque el tiempo que se fue no regresa, y los sinsabores vividos están como huellas latentes cual veneno que nunca nos deja, para todos aquellos que gustamos de guardar pasado triste o presente que no se nota de tanto placer; o futuro que se labra en cada tic tac consagrado, el cual nos recuerda que no sabemos nada, y que las consecuencias siempre irremediables deambulan por ahí para fregarnos los rostros de nuestro oscuro sistema que somos todos, sin excepción alguna tras un linaje reconocido, el primer Adán, la primera Eva, que mientras peina su cabello el mal la seduce. Las horas de nuestros aciertos pasan con ventaja porque el tiempo bueno es el costoso, el verdadero. Alguien alguna vez me dijo que no debería ser tan complicada y de vez en cuando debería tranquilizar o matar una que otra neurona y después de eso reírme del desconcierto, a lo cual para ese consejo busqué un remedio, así que me fui a cine a ser una observadora contumaz y “disfrutar” de una película pésima. Me entretuve por dos horas, me detuve por dos horas, aprecié lo duro que fue tener que resistir en aquel lugar, pero lo logré, y después de eso vino la sensación inocua acompañada de una mirada inerte de profundo alivio, ya llegaría a la casa a contarle a mi papá lo mal que me fue y a escuchar el concierto que ofrecía el reloj el cual a veces de madrugada me recordaba que mi hora en la habitación estaba y sigue adelantada veinte minutos. Pero cuando escuchaba las campanadas aquellos días en que despertaba a las dos o tres de la mañana, lo odiaba porque aceleraba mi corazón, aunque a veces era un descanso, porque es cierto que podía dormir un poco más, aunque nunca daba resultado. Por eso las horas de un reloj cucú no pasan ligeras, no son inadvertidas, ahora llegan tan aprisa que es mejor consagrarse en la aventura de terminar el día para espaciar la mente y reírnos a través del espejo de ellas, lanzando un grito de victoria porque llegamos primero y luego solo nos queda cantar la tonada, contar las campanadas, dar media vuelta y descansar. Parece ser que es cuestión de ganar o perder, alguno dirá ¡que locura! ¿Todo por un reloj? Sí, tal vez, más esta anécdota solo la entenderán aquellos que como mi madre vean la vida a través de un reloj, aquellos que como mi padre no la vean y solo la disfruten sin envidias, ni apresuramientos baratos, con disciplina de libertad, con paciencia gozosa. La vean como mi hermano menor, un poco de locura no está mal… José Camilo… él es un niño de seis años y todavía no sé como la ve, sin embargo estoy segura que es más inteligente que algún otro para no perderse un solo instante, en los cuales pueda decir que me tiene una sorpresa y me de un beso verdadero, real, como poco de lo que hay por ahí agotado tras el tiempo que no es tiempo y la época que nunca fue, porque aún seguimos en el limbo de lo ausente con aquellos colores primarios que nunca nos dejan, porque en el fondo o en la superficie los mezclamos para darle gusto al tiempo nuestro, que no lo es, pero creemos que si cursamos algún detalle le ganaremos al tic tac, y con suerte no veremos a la muerte o siempre estaremos a un paso de ella con la esperanza de no tenerla en nuestros huesos; error, a diario nos traga la marea “no nacemos, morimos todos los días” y es que a cada paso de la aguja suceden tantas razones que terminamos abrumados, pero, ¿Qué hay del espacio entre cada movimiento? ¿Esos son los que realmente importan en un reloj? ¿Por qué esperamos la llegada, pero olvidamos el recorrido? ¿Por qué esperar? ¿Para qué esperar? Hoy escribo que escribo sobre un reloj cucú que por días me advertía, pero ya sus tonos no están presentes sino en mi memoria, como todo lo que veo, como todo lo que vivo. Ya no entiendo las horas… ¿son iguales todas?, ¿el día es el día y la noche es la noche?, seguramente el día es el día y la noche es la noche, pero no lo sé. No se cómo advertir la diferencia, quizás descubra otra puntuación que no sea el color del momento ni el afán de las horas. ¿Cómo relacionar tiempo y memoria?
Este espacio de incertidumbre abismal sin retorno, con una mirada casual a la historia tras un lección de ciencia ficción y máquinas voladoras que viajan más rápido que la luz a través de las épocas, me recuerda algo de lo que no he vivido, en lo que no he estado, pero que parece latir más allá de los ojos, creo que es el lenguaje universal de las razones no expresadas en público sino en consenso de tres en uno; por alguna razón extraña ahora todos estamos bajo el mismo techo marcándole al tiempo su medida, evaporándonos en cálculos modernos, momentáneamente riéndonos para acabar sin cabellos, sin dientes, sin mejillas, sin piel y sin huesos. Nunca es tarde para terminar lo dicho con acciones románticas o clásicas, barrocas o renacentistas; los dichos, es mejor enviarlos por correo así como el pequeño reloj cucú que un día llegó a mi casa y que aún sigue en ella, porque a pesar de todo es un hermoso objeto y vale lo que pesa… días más cortos, tiempos más nuevos, risas que nunca acaban, noches de tertulia en la mesa, miradas esquivas que anuncian otro momento de paz que no se agota como no se agotan las palabras verdaderas que perduran en el tiempo, aquellas que siempre nos resaltan algunos detalles íntimos que solo vemos a través de lagunas vaporosas en los miles de espejos que posee el silencio en medio de sonidos agotados, aprendidos de tanto repetirlos, disfrutados en lo poco o mucho del recreo del tiempo. Una lágrima vale un segundo, muchas nos recuerdan el valor vivido y adquirido; un deseo vale una hora de sueño, muchos, nos enumeran las Iliadas y Odiseas gratamente gustadas; un tesoro como los que conservamos de niños los cuales nos cuentan aventuras en el país de las maravillas o del nunca jamás, que ya murió porque crecimos, nos hicimos viejos y ahora hay que ser diferente, hay que observar el milagro de las mariposas, si nos asemejamos, será por descubrimiento exacto o por destino marcado por él; una vida bien vivida será aquella con la cual nos gastamos perdidos en la habitación donde el reloj se escucha en eco para poder observar las distancias y no maltratar virtudes ajenas. Lástima que nunca es así, nunca es natural vivir. Pero ésta es solo mi idea, tal vez no es la realidad. Ahora surge una pregunta, ¿cuál es la realidad? Tema para un grato debate cuando el reloj no marque horas, cuando el tiempo concebido sea eterno, porque para este tema no debe haber prisa, no debe haber muerte y de ella todavía disfrutamos todos los llamados mortales, aunque haya por ahí y por acá quien crea lo contrario.
Después de algunos años el reloj continúa en el mismo sitio, marcando las mismas horas…
Es extraño ver como algunas cosas nunca cambian, por ahora…
Tú qué crees…

Escrito realizado en un momento en que el tiempo no importó porque el tal no existe, ya no encadena más, ya no tengo prisa para nada de lo que quiero, que es nada, y de aquello que deseo porque ahora lo invierto viviendo lo que creo es la vida como siempre y como nunca, lejos de muchos y enfrente de todos. Es fácil… Nunca los veo. Sofía

SER DE HOJALATA


Ser de hojalata que has estado tanto tiempo dormido, dime, ¿en que época estoy y para qué he venido?
¿Para qué he venido a recorrer este camino espeso, límbico, pensante de transeúntes implacables e indoctos, donde las palmas y los pies baten alas sacrificadas a dioses ajenos que revolotean en los espíritus apenas optimados de los seres que llamamos hombres?
A los que llamamos hombres, son apenas pedazos de hielo encerrados en la malla clandestina, sin apuros de existir, sólo pendientes de la luna, que bella resplandece en la mirada de los que duermen en regazo seguro, pecho congestionado, cargado de suave líquido lleno de vida que satisface… porque solo ellos tienen la fortuna de saber.
Tienen la fortuna de saber, qué es el día, qué es la noche, qué son los sueños, qué es la fortuna, la esperanza y la fe.
Dime querido ser, ¿qué hago en este lugar?… sola, estoy a tientas, con voz disimulada, mente esquiva, y mi cuerpo se atrofia porque quiere correr, volar, desmaterializarse para llegar al otro lado.
Tú que estas quieto y reposado, por qué no me miras y cantas un sueño en tonos mayores que revivan el espeso bosque de pétalos que recorre mi cuerpo y enciende mi espíritu con los cuales te pueda besar y amar para observar tu mirada de asombro, lo cual sería mi cuento de hadas favorito, sin buscar tensión, sin buscar frenesí porque no lo necesito. No es por Eros, es por Ágape, él si me busca y te busca, te encuentra y me encuentra. Ahora está de tu lado, quiere enseñarte el camino que conduce al final del arco iris.
Mi amado ser, ¿dónde está tu pensamiento? ¿Por qué no te mueves, te acercas a mi y finges una sonrisa? Ahora estoy dispuesta a ser tu palabra, a recrear el tiempo y el espacio donde no hay exactos, ni amarras, ni remos, ni tijeras, ni clavos, ni mimos. Sólo existe el sonido en eco que me recuerda lo bien que estás hecho y lo puro de tu corazón. Quien te fabrico te puso nombre pero yo no lo sé, solo tengo el recuerdo de algunas piezas que tomé de aquel lugar al cual llegué un día de invierno, se me caían los huesos y me brotaban lágrimas congeladas. Dolían …
Pero, dime, dime ¿qué hago en este lugar ocupado de idólatras egoístas y lejanos al cielo, al abismo y al dador de recompensas eternas?
Espera un momento, ocuparé tu espacio, te leeré un cuento, soñarás con él y tendrás mi dicha por virtud conquistada para todos los días, si acaso no muero y después me olvides, pero primero debes jurarme fidelidad, perdón y paciencia.
Nunca olvides tu linaje, tu tiempo y tu lugar, son espejos lineales, puntos y más puntos, todos sobre sombras resplandecientes, acurrucadas en el horizonte de lo inmaterial y místico.
Ser de hojalata, ¿cómo podría encontrar la forma en que hablándome tendría un lugar de listas azules?
Dime, dime, ¿dónde está mi lugar?
Anoche te vi llegar, siempre frío, siempre igual.
¿Por qué no das alas a mi luz y gloria a mi lugar?
Ahora que el tiempo no te hace daño, cuéntame tu secreto para espiar mi lucha apresurando el paso a la muerte, para reír y jugar en medio de tus entrañas colocadas en mi regazo que adornan el mejor momento de la vida de los dos.
Ojos grises, toma mi mano y esparce lágrimas robadas, asuntos de otros tiempos, épocas distantes tras un velo tinto congelado en ese mar que es el cielo, que nos cubre y nos engaña con días y noches interminables, días sin afán, días sin días; atrás del misterio de mi mente, cuando no hay días, solo un espacio para mi sola en que todos giran y río de todos por todo. ¿Acaso no me ves? Es ahora en que el tiempo no es tiempo y el misterio se agolpa que puedo cruzar la frontera para salir y decirte algunos secretos, pero tendrás que hablarme de mí… cómo soy, ¿por qué no he venido a la luz y quedé en tu memoria? ¿Cuándo me dejarás salir y explorar el mundo de hojalata para atravesar venas, y corazón? ¡No me dejes en oscuridad!
Ser, mi querido ser, tu amor es mi garantía, mi regalo perfecto, aquellos que de niños por siempre recibimos de manos queridas, manos de mamá y papá. Mis hermanos están lejos y ahora no los encuentro. ¿Tienes hermanos? Seguramente no de sangre.
Ser de mis sueños sal de tu lugar, avísame mi pasado, mi presente y mi lugar en el nunca futuro, el siempre ahora que de remate vivo como pequeña pieza de tu cabeza, la que te saluda a la distancia de tus sueños con los mejores sentimientos de los que soy capaz de producir en el instante cuando los pies tocan el horizonte de tu mirada con la cual atraviesas el pasto circundante de los días en los cuales no existe la tierra con los suspiros aliviados, desencantados y frágiles que oscurecen algunos sistemas.
Hoy en la esperanza de tu voz que es mi voz, espero la guerra que pronto se avecina reina de los mares del lugar equivocado al otro lado del río de la plenitud que eran los antepasados, vigorosos guerreros, cazadores mágicos, poderosos intelectuales de los bajos mundos, donde las conciencias eternas no existen ni se derraman; porque aquí solo hay locura con un poco de añoranzas en las fuentes de la eterna juventud, vista en la mano de algún espejo caído de la guerra a la cual llegamos por accidente.
Si estás en tu lado o en el mío házmelo saber para poder recorrer contigo el más allá anhelado por todos los mortales en la esfera despojada y alucinante. Ahora te encuentras tan ausente como los ríos de plata y oro que en otro momento buscaron esos entes ridículos que hacen mis días más lógicos y menos apetecibles.
Recuerda que te amo como a mi misma y espero que pronto puedas hablarme, no solo observarme a través de tus espejos que consolidan mi alma y llegan a la locura por estar muy distante de todos los otros humanos.
Hoy te vi algo preocupado por mi, lo cual es mi mejor regalo, porque en mi imaginación cabes con todo lo que tienes. Gracias por darme aliento, promesa de reír y mágicas palabras que atinen, y afinen mi espíritu que anda por estos días loco de alegría prospera e irónica, ya sabes lo que dicen, “es mejor reírse de una misma” eso hago porque muero todos los días. Ahora que lo pienso a todos nos sucede igual. Entonces ¿en qué quedamos?
Tal vez…
Un beso a los de todos lados.
Un abrazo para el penitente.
Una caricia a los infantes.
Un aplauso a las palabras sabias.
Un espacio a la locura de ser seres humanos.
Querido ser de hojalata, te veo en mis sueños…

P.D
Escrito hace tiempo, uno que ahora no recuerdo.

EMBRIAGANTE Y ALUCINANTE

la mirada al vacío después de la ópera,
el encuentro de sombras que operaron nuestras manos,
el trinar del vientre y las mismas hadas de la ausencia.
La meláncolía del más allá después de tu cara,
el perfil perfecto,
la lectura de tus sueños, siempre en devenir,
los asuntos olvidados.
La rutina de tus manos en mi rostro,
ese deslizar equidistante,
lo frugal de tus besos,
la mezquina imaginación de mis estancias.
El color de los sonidos,
la metáfora del recuerdo,
los brazos levantados y el corazón dispuesto.
Embriagante y sospechoso es que me quieras...

Memoria de un beso

Dos palabras irrumpieron en las sombras de la noche. Eran las tres de la madrugada y ella seguía soñando un anhelado beso. Hacía mucho tiem...