la mirada al vacío después de la ópera,
el encuentro de sombras que operaron nuestras manos,
el trinar del vientre y las mismas hadas de la ausencia.
La meláncolía del más allá después de tu cara,
el perfil perfecto,
la lectura de tus sueños, siempre en devenir,
los asuntos olvidados.
La rutina de tus manos en mi rostro,
ese deslizar equidistante,
lo frugal de tus besos,
la mezquina imaginación de mis estancias.
El color de los sonidos,
la metáfora del recuerdo,
los brazos levantados y el corazón dispuesto.
Embriagante y sospechoso es que me quieras...
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